viernes, 22 de noviembre de 2013

El bello ideal



[…] Olvidaba una gran discusión sobre el bello ideal en casa de la señora duquesa de B… El cardenal Spina, monseñor N. y M. Nystrom, joven arquitecto sueco, hablaron con mucho ingenio. Los primeros siglos de la pintura no tuvieron la menor idea del bello ideal.

Ved las pinturas de Ghirlandaio hechas hacia 1480, en Toscana. Las caras son de una vivacidad sorprendente, de una verdad encantadora. Se llamaba bello lo que era fielmente copiado; el bello ideal hubiera sido considerado como incorrección. Cuando este siglo quería honrar a un pintor, le llamaba el mono de la Naturaleza. Los pintores no aspiraban más que a ser espejos fieles; rara vez elegían. La idea de elegir no apareció hasta 1490.


22 de noviembre 1827, página 109.

Las dos imágenes proceden de Wikimedia Commons.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Las colinas de Roma (17 de noviembre de 1827)


Colinas de Roma
Foto:  tomada del blog Mujeres de Roma

Roma incluye entre sus murallas diez u once colinas que bordean el Tíber y lo hacen un río rápido y encajonado. Estas colinas parecen dibujadas por el genio de Poussin para ofrecer a los ojos un placer grave y en cierto modo fúnebre. A mi juicio, Roma es más bella en un día de tempestad. No le va bien el sol hermoso y tranquilo de un día de primavera. Este suelo parece hecho expresamente para la arquitectura. Desde luego no hay aquí un mar delicioso como en Nápoles, y falta la voluptuosidad; pero Roma es la ciudad de los sepulcros; la felicidad que aquí se puede imaginar es la felicidad sombría de las pasiones y no la voluptuosidad amable de la ribera del Posilipo

Tumba de Cecilia Metella
Fuente: Wikipedia

¡Qué vista más singular la del priorato de Malta, construido sobre la cima occidental del monte Aventino, que por la parte del Tíber termina en un precipicio! ¡Qué profunda impresión producen, vistos desde la altura, la tumba de Cecilia Metella, la Via Appia y la campiña de Roma! Al otro extremo de la ciudad, hacia el norte, ¿hay algo preferible a la vista que se domina del monte Pincio, ocupado en otro tiempo por tres o cuatro conventos y transformado por el gobierno francés en un magnífico parque? ¿Podéis creer que los frailes solicitan la destrucción de este parque, el único que existe en Roma para el público? El cardenal Consalvi fue un impío a los ojos de los curas rurales que tomó por colegas, porque no adjudicó exclusivamente a una veintena de frailes agustinos la deliciosa vista de la campiña romana y del monte Mario, situado frente al Pincio. Nada asegura que los agustinos o camaldulenses no sean reintegrados en sus derechos. Las elevadas colinas que bordean el Tíber en Roma forman valles tortuosos y profundos. Los laberintos determinados por estos pequeños valles y las colinas parecen dispuestos, según la frase del famoso arquitecto Fontana, para dar lugar a la arquitectura y poner de relieve lo más bello que tiene. 

He visto a romanos pasar horas enteras en muda admiración, apoyados en una ventana de la Villa Lante, frente al monte Gianicolo. A lo lejos se divisan las bellas figuras formadas por el Palacio de Monte Cavallo, el Capitolio, la Torre de Nerón, el monte Pincio y la Academia de Francia, y bajo los ojos, al pie de la colina, se domina el Palacio Farnesio. Jamás las casas de Londres y París juntas, aunque estuviesen adornadas con una elegancia cien veces mayor, darán la menor idea de esto. En Roma, hasta una simple cochera suele ser monumental.


Hackert, Panorama di Roma da Monte Mario
Imagen procedente de Lazio Segreto

No es en las colinas donde se construyó la calle del Corso y la Roma actualmente habitada, sino en el llano, junto al Tíber y al pie de los montes. La Roma moderna ocupa el Campo de Marte de los antiguos; aquí venían Catón y César a hacer los ejercicios gimnásticos necesarios  al general lo mismo que al soldado antes de la invención de la pólvora. [...]

La Roma habitada termina al sur en el monte Capitolino y  la roca Tarpeya, al oeste, en el Tíber, pasado el cual no hay más que algunas malas calles, y al este, en los montes Pincio y Quirinal. Las tres cuartas partes de Roma al este y al sur, el monte Viminal, el monte Esquilino, el monte Celio, el Aventino, son solitarias y silenciosas. Reina en ellas la fiebre y se cultiva la vid. En medio de este vasto silencio se encuentra la mayor parte de los monumentos que va a buscar la curiosidad del viajero.

Es lo que escribe nuestro autor tal día como hoy de 1827. Páginas 106 a 108.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Libros de viajes sobre Italia (11 de noviembre de 1827)


Los mejores viajes por Italia son los de Forsyth, De Brosses, Misson, Duclos, Lalande. Las memorias de Casanova, edición de Leipzig, pintan muy bien las costumbres anteriores a los cañonazos del puente de Lodi (1796). El viaje más curioso por lo ridículo es del cura Eustace, que dice que en Roma la administración francesa quería vender los materiales de San Pedro. Algunos ingleses enrojecen de cólera cuando se les recuerda que Napoleón gastaba millones en desenterrar la basílica próxima a la columna de Trajano, la columna de Focas, el templo de la Paz, etcétera. Como el siglo es desconfiado, voy a citar a M. Eustace.

            “Whan then will be… the horror of my reader when I inform him… the french commttee turned its attention to Saint Peter’s and employed a company of Jews to estimate and purchase the gold, silver and bronze, that adorn the inside of the edifice, as well as te copper that convers the vaults and dome on the outside!”.

Este libro ha alcanzado ocho ediciones en Inglaterra, y lo vemos en manos de todos los viajeros de la clase alta. Muy grande tiene que ser Francia para suscitar un odio tan furibundo.

Burke, el Chateaubriand de Inglaterra, ha dicho de nosotros cosas peores.

Los viajantes de comercio franceses que recorren Italia se saben de memoria los chistes del presidente Dupaty, tan ridículo como Eustace. Su viaje, protegido por los industriales, ha alcanzado la cuarta edición, y el del presidente De Brosses solo ha llegado a la segunda. […]

pp. 105 y 106


miércoles, 6 de noviembre de 2013

Murallas y colinas (6 de noviembre de 1827)


Porta Maggiore
Porta Maggiore. Puerta en la muralla aureliana.

Hoy nos hemos despertado con la curiosidad de estudiar más exactamente la situación de las diversas murallas de Roma.

Hace falta un plano de la Roma antigua y buscar las murallas construidas por Rómulo. Es aproximadamente como París, que se encuentra primero en una pequeña parte de la isla Notre-Dame. Este cobijo de bandoleros valientes que se llama Roma no ocupó al principio más que el monte Palatino (hoy Villa Farnesio) y luego el monte Capitolino. Numa, al que supongo por el momento el sucesor inmediato de Rómulo, incluyó en la ciudad una parte del monte Quirinal.

Tulo Hostilio, que es considerado como el tercer rey de Roma, después de destruir Alba, trasladó a los ciudadanos a su ciudad, según las costumbres de aquellos tiempos primitivos, y los instaló en el monte Celio (donde está hoy la Villa Mattei). Desde lo alto del monte Celio, que fue encerrado entre las murallas de Roma, los albenses veían las ruinas de su patria.

Anco Marcio, sucesor de tulio, destruyó las ciudades de Telena, Ficana y Politorio; trasladó a sus habitantes al monte Aventino (donde está hoy el priorato de Malta) y encerró este monte en el recinto de Roma. Construyó sobre el Tíber un puente de madera, que luego se hizo célebre por el valor de Horacio Cocles. Hubiera sido sumamente imprudente construir un puente sin defenderlo con una fortaleza, y Anco Marcio construyó una ciudadela sobre el Gianicolo, posición muy importante, pues la ciudades de Etruria, dominadas por los sacerdotes, gobernadas bajo ellos por reyes y con un grado de civilización muy avanzado, comenzaban a tener celos de Roma; los reyes de Etruria, o Locumones, contrariados por los sacerdotes, no atacaron Roma bastante a tiempo para destruirla, pero le hicieron correr grandes peligros, y finalmente, después de varios siglos de guerras continuas, durante las cuales los romanos adoptaron en parte la religión de Etruria, este país acabó por ser conquistado. Perdóneseme esta discreción que traza la posición militar de Roma durante los primeros siglos de su existencia. El peligro venía casi siempre de la orilla derecha del Tíber, del lado etrusco.

Servio Tulio rodeó toda la ciudad de murallas muy sólidas, hechas con bloques cuadrados de piedra volcánica. Hizo una fortificación llamada Agger, desde el extremo oriental del Quirinal hasta el sitio que ocupa hoy la iglesia de Santo Vito, junto al Esquilino. Roma comprendía entonces siete colinas al este del Tíber; de aquí el nombre de Septicollis. Se ve que, al darle este nombre, no se fijaron en la fortaleza construida dobre el Gianicolo (orilla derecha del Tíber). La muralla de Servio Tulio era de unas ochos millas; incluyó dos montes en la ciudad: el Viminal y el Esquilino, así como una parte del Quirinal.

Desde Servio Tulio hasta el emperador Aureliano, Roma, que se fue haciendo poderosa, se defendió con sus ejércitos y no se vio obligada a pensar en la fuerza de sus murallas. Pero Aureliano temió que los bárbaros, en alguna de sus incursiones, se apoderasen por sorpresa de la capital del imperio. Comenzó una muralla nueva que fue acabada por Probo, sucesor de Tácito.

Dibujo del exterior de la tumba de Bíbulo.
Procedencia: http://www.zazzle.es

Nuestro estudio de hoy ha tenido por objeto hacernos una idea clara de  la Roma que habitaron los héroes. Hemos vuelto a ver la tumba de Cayo Poncio Bíbulo, en la plaza Marcel de Corvi, al principio de la cuesta de Marforio, en el extremo meridional del Corso. Este venerable monumento fue erigido fuera de las murallas de Servio Tulio para honrar la memoria de un ciudadano que había merecido bien de la patria. Es de piedra calcárea y lleva cuatro pilastras que soportan una bella estatua.

En el estudio de estas antigüedades remotas, lo esencial es admitir como probable lo que es probable y no creer más que lo probado; no hablo de pruebas matemáticas; cada ciencia tiene diferente grado de certeza.

Dicen que la muralla de Aureliano tenía casi cincuenta millas de extensión; el contemporáneo Vopiscus lo asegura.

 Murallas Aurelianas
Murallas Aurelianas.

Ya sabéis que las murallas actuales no tienen más que dieciséis millas; la parte más antigua se remonta sólo al año 402, y fue levantada por orden de Honorio. Hay que hacerse una idea clara de las diez u once colinas sobre las que se extiende Roma, y estudiar su historia. El monte Capitolino con sus dos cimas; el monte Celio, llamado primero Querquetulario por las encinas que lo cubrían, etc.

Gracias a inmensos trabajos, lo monumentos antiguos de Roma han cambiado por completo de aspecto desde 1809, y la ciencia que se ocupa de ellos se ha vuelto más razonable.

He abreviado mucho el artículo anterior, y, sin embargo, temo que sea todavía muy aburrido. Ahorrará investigaciones pesadísimas a los viajeros curiosos de esta clase de detalles. Espero que los otros saltarán de cuando en cuando ocho o diez páginas. […]

Los etruscos […] fueron discípulos de los egipcios y maestros de los romanos; pero los romanos, que ante todo pensaban en la guerra, no tomaron al principio más que su religión, y durante mucho tiempo rechazaron las artes. Los patricios querían la por causa del juramento; era la ley del reclutamiento en Roma. Los etruscos sabían construir canales, según dicen sus amigos: tenían una arquitectura muy adelantada. Ved Volterra. ¿Deduciremos de la forma piramidal de la tumba de Porsenna (dudoso) que los etruscos admiraban las pirámides de Egipto? La forma piramidal ¿no la sugieren los montones de piedras formados en las esquinas de los campos de los países montañosos como Toscana? Los etruscos habían inventado –al parecer- la bóveda, ese milagro de la nueva arquitectura desconocido por los egipcios.

Para inocular una religión a un pueblo basta con un hombre triste y tierno como J.-J. Rousseau. Si este hombre lleva el amor al poder, o el pique de amor propio contra sus enemigos, hasta hacer que le quemen vivo, su religión progresa mucho más rápidamente. Así, dad el valor de una mujer de Calcuta a San Pablo, y la nueva religión toma alas.

Probablemente había en Etruria una casta que hacía trabajar a los tontos en provecho de ella. Esta casta tenía secretos mágicos […]

¿Es el aire del Vaticano a propósito para inspirar la credulidad? ¡Qué hermoso sitio para reunir en él una asamblea de arqueólogos!

El alfabeto de los etruscos se derivaba, como todos los demás, del de los fenicios, ese pueblo de industriales. Los etruscos no habían recibido sus cartas de los griegos, puesto que escribían de derecha a izquierda y suprimían las vocales breves, como los hebreos.

La extraña aspiración que se observa en el modo de hablar italiano de Florencia, procede de los etruscos.

Es lo que escribe nuestro autor el mismo día de hoy (6 de noviembre) de 1827. Páginas 99 a 103 de la edición que seguimos.