"Sería una lástima dejar San Juan de Letrán sin echar una
ojeada al obelisco; es el más grande que se conoce: mide noventa y nueve pies
sin la base y el pedestal. Thutmosis, rey de Egipto, se lo dedicó al Sol en esa
ciudad de Tebas sobre la cual los sabios cuentan tan bonitos cuentos.
Constantino había hecho embarcar este obelisco en el Nilo;
su hijo Constancio lo hizo transportar de Alejandría a Roma. Los egipcios
poseían el arte de transportar fardos enormes y de abrir inmensos templos en
las rocas; éste es su único mérito, mérito de tiranos que saben sacar provecho
de sus esclavos.
Habiendo sido destruido por un incendio en el Palacio deLetrán, Sixto V lo hizo reconstruir. El arquitecto fue Fontana; éste colocó
aquí ese bello obelisco que, roto en tres pedazos, yacía en el suelo en medio
del gran circo. Amiano Marcelino habla de este obelisco, cuya cruz está a
ciento cuarenta y tres pies del suelo; hubiera sido preferible volverlo a
erigir en la plaza donde lo había puesto Constancio. Esta última manera de
restaurar los monumentos antiguos volverá a ponerse de moda cuando mande la
generación de 1800."
Es lo que escribe Sthendal el 5 julio 1828, en las páginas 351 y 352.
Fografía de AndrewRm tomada de Wikimedia Commons.