[…] Luego volvimos al Arco de Septimio Severo, que se encuentra al bajar del Capitolio.
Ante este monumento, se comprende bien la perfecta razón que regía el espíritu de los antiguos: puede decirse que en ellos lo bello era siempre una consecuencia de lo útil. Lo que impresiona primero en el Arco de Septimio Severo es la larga inscripción destinada a llevar la historia de sus proezas a la posteridad más remota. Y esta historia ha llegado a ella en efecto.
Fue en el año 205 de la era cristiana cuando el Senado y el pueblo de Roma elevaron este arco de triunfo en honor de Septimio Severo, de Caracalla y de Geta, hijos suyos, por las victorias obtenidas sobre los partos y otras naciones bárbaras de Oriente. Este arco es de mármol pentélico, con tres puertas como el de la Plaza del Carrousel. Está decorado con ocho columnas estriadas, de orden composito; los bajorrelieves son ya de una escultura mediocre e indican la decadencia. Al final de la tercera línea de la inscripción, y en toda la cuarta, se ve que el mármol ha sido alterado. Cuando Caracalla hubo matado a su hermano Geta, mandó borrar su nombre de todos los monumentos y reemplazarlo con palabras que no formaban parte de la inscripción primitiva. Una pequeña escalera de mármol, practicada en el interior de uno de los pilares, conduce a la plataforma, donde se veían en otro templo las estatuas de Septimio Severo y de sus hijos Caracalla y Geta, sentados en un carro de bronce enganchado a cuatro caballos de frente. Rodeaban el carro cuatro soldados, dos a caballo y dos a pie. En 1803, el papa Pío VII mandó quitar la tierra que ocultaba y conservaba este monumento hasta la altura de doce pies.
(Es lo que escribe Stendhal el 10 de enero, en la página 178 de nuestro libro).
El influjo italiano en la pintura de Luis de Morales
Hace 11 años
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