domingo, 24 de abril de 2011

Semana Santa en Roma (1829)

Las ceremonias de la Semana Santa han sido magníficas. No se recuerda haber visto en Roma multitud semejante; muchos extranjeros tienen que ir a dormir a Albano; se ha pagado por habitaciones muy mezquinas hasta un luis diario. En cuanto a la comida, es un problema difícil de resolver. Las osterie, bastante poco limpias en tiempo ordinario, están abarrotadas desde las diez de la mañana de tal modo que no se puede entrar; a la hora de la comida, hay una aglomeración como en un teatro los días de estreno.

Los extranjeros que no tienen en Roma un amigo que pueda ofrecerles lo absolutamente necesario, lo pasan muy mal. En esta ocasión triunfa la pereza romana; yo he visto a un pequeño marmitón rehusar con orgullo cinco francos que le ofrecían por freír una chuleta. Varios curiosos napolitanos han vivido todo un día con chocolate y tazas de café. Epigramas muy graciosos.

Roma ha tomado desde el Domingo de Ramos un aspecto de fiesta muy curioso; todo el mundo se aglomera, todo el mundo camina de prisa.

No tengo valor para describir las ceremonias de la Semana Santa; dos o tres momentos han sido magníficos. Cuando se está aquí en esta época se puede comprar un librito de ochenta y dos páginas, publicado en francés de Roma por el abate Cancelieri. El Papa acaba de conceder dos sesiones al escultor Fabris; hemos ido a ver este busto, que tiene mucho parecido.

Mañana nos marchamos de Roma, con gran pesar nuestro: vamos a Venecia; pasaremos este verano quince días en los baños de Lucca y un mes en un delicioso balneario de la Battaglia, cerca de Padua.

En estos lugares de placer, el genio italiano se olvida de tener miedo y de odiar. El nombramiento del cardenal Albani comienza a producir su efecto; esta mañana se ha encontrado escrito en letras enormes, con tiza blanca, en veinte lugares de Roma y a la puerta del palacio de Monte Cavallo, donde reside el Papa:

Siam servi sí, ma servi ognor frementi. (1)

(1) “Somos esclavos sí, pero esclavos siempre conmovidos”


Es lo que escribe nuestro autor el día 23 de abril de 1829. En las páginas 510 y 511 de la edición que seguimos.

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