lunes, 9 de julio de 2012

Santa Maria della Pace



El pórtico exterior, que forma un semicírculo como el del noviciado de los jesuitas, es de Pietro da Cortona. Sixto IV y Alejandro VII hicieron construir esta iglesia. Como fue consagrada en 1487, todavía se observan en las tumbas, muy numerosas, algunos restos del buen gusto del siglo de Rafael.




 Las cuatro Sibilas

Muy cerca de la puerta, a la derecha según se entra, se ve una tela verde; el custodio se os acerca con aire amable, aparta la cortina, y veis Las cuatro Sibilas, célebre fresco de Rafael. Aunque estas pinturas han sufrido mucho, y lo que es peor, han sido restauradas, no por eso son menos dignas de la mayor atención; en ellas se encuentras todas las grandes características del talento de Rafael. Su estilo no fue nunca grandioso, y, sin embargo, estas Sibilas datan de los primeros años de su estancia en Roma. ¿En qué quedan las afirmaciones de Vasari y del partido florentino, según el cual Rafael no engrandeció su estilo hasta que vio los frescos de Miguel Ángel en la Sixtina?

Para no hablar más que de la expresión, que, para apreciarla, sólo exige un poco de conocimiento del corazón humano, el recién llegado encontrará aquí una figura inolvidable. Debajo de este fresco llama la atención un bajorrelieve en bronce bastante curioso.

Nuestras compañeras de viaje han visto con el más emocionante interés las tumbas de las dos niñas arrebatadas por la peste, una de siete años y otra de nueve. La inscripción  es conmovedora. En la capilla del cardenal Cesi, hay que examinar los detalles grotescos del escultor Mosca.

El cuadro de San Juan Evangelista es del caballero de Arpino; la Visitación, que está encima, es de Maratta, La presentación de la Virgen en el templo es una obra de Baldassare Peruzzi, que gusta mucho a ciertas personas. Más lejos, hay unos frescos de Albani. Las figuras de Santa Cecilia, de Santa Catalina y otras varias son de una mujer célebre, Lavinia Fontana, de la Escuela de Bolonia. Nos han enseñado en la nave un San Jerónimo de Benusti cuyo dibujo es atribuido a Miguel Ángel. En esta indicación hay buena fe: fuera de Roma, este cuadro llevaría el nombre del propio Miguel Ángel que en realidad no ha pintado ninguna de las pequeñas telas que le atribuyen en la mayor parte de las galerías de Italia.

“La pintura al óleo es para las mujeres”, decía a veces, y no se imagina uno a este fogoso genio haciendo cuadros de tres pies de altura. Creo que solamente la Madonna de la Tribuna de Florencia es ciertamente suya. Entre los grandes frescos de la iglesia della Pace se destacan muy bellas cosas de Peruzzi. El claustro vecino es una bonita obra de Bramante.

(Es parte de lo que escribe nuestro autor el 9 de julio de 1828. En las páginas 363 a 365 de la edición que manejamos.)

* La fotografía del pórtico de la iglesia está tomada de la  web SOBRE ITALIA
* la pintura de Rafael procede de HISTORIA DEL ARTE.

miércoles, 30 de mayo de 2012

Arco de Tito



Este pequeño arco de triunfo tan bonito fue elevado en honor de Tito, hijo del emperador Vespasiano, queriendo inmortalizar la conquista de Jerusalén. No tiene más que un arco. Después del Arco del Triunfo de Druso, cerca de la puerta de San Sebastián, es éste el más antiguo de los que quedan en Roma; fue el más elegante en la época fatal en que lo reconstruyó Valadier.



Este hombre es arquitecto y romano de nacimiento a pesar de su nombre francés. En lugar de sostener el Arco de Tito, que amenazaba ruina, con armaduras de hierro o con un arbotante de ladrillo completamente distinto del monumento mismo, este desgraciado lo reconstruyó. Tuvo la osadía de tallar bloques de piedra de la forma de los antiguos y ponerlos en lugar de éstos, que fueron trasladados no sé adónde. Solo nos queda, pues, una copia del Arco de Tito.

Verdad es que esta copia está situada en el mimo lugar donde estaba el arco antiguo, y los bajorrelieves que decoran el interior de la puerta fueron conservados. Esta infamia se cometió en el reinado de Pío VII; pero este príncipe, ya muy viejo, creyó que no se trataba más que de una restauración corriente, y el cardenal Consalvi no pudo resistir al partido retrógrado, que protegía, según dicen, a Valadier.

Afortunadamente, el monumento que lloramos era enteramente análogo a los arcos de triunfo elevados en honor de Trajano en Ancona y en Benevento.

Los bajorrelieves del Arco de Tito son de un trabajo excelente y que no recuerda en absoluto el acabado de la miniatura como los del Arco del Carrousel. Uno de estos relieves representa a Tito en su carro triunfal tirado por cuatro caballos; está rodeado de sus lictores, seguido de su ejército y protegido por el genio del Senado. Detrás del emperador, una Victoria coloca con la mano derecha una corona sobre su cabeza, y en  la izquierda tiene una rama de palmera alusiva a Judea. 


El bajorrelieve de enfrente es más característico; se ven en él los despojos del Templo de Jerusalén llevados en triunfo: el candelabro de oro de siete brazos, la caja que contenía los libros sagrados, la mesa de oro, etc. Las pequeñas figuras del friso completaban la explicación del monumento. Todavía se ve la estatua yacente del Jordán, río de Judea, llevada por dos hombres.



Este arco estaba adornado en sus dos fachadas por cuatro columnas compuestas estriadas, que sostenían una cornisa sumamente rica. Algunos dilettanti consideran estas Victorias en bajorrelieve como las más bellas que existen en Roma. Se supone que este arco fue elevado a Tito por Trajano, que, con su modestia acostumbrada, no aparece nombrado en la inscripción que se ve en la parte antigua, hacia el Coliseo. La copio por su brevedad y su noble sencillez:




S.P.Q.R.

DIVO TITO DIVI VESPASIANI F.

VESPASIANO AUGUSTO




El calificativo de divo aplicado a Tito revela que este monumento fue elevado después de su muerte. En el centro de la bóveda de la puerta, se ve la figura de este gran hombre vistiendo la toga; está sentado sobre un águila.

Este monumento encantador no mide más de veinticinco pies y medio de alto, veintiuno de ancho y catorce pies de espesor. Las superficies exteriores eran de mármol pentélico; en ciertas partes del interior emplearon la piedra de Tívoli. Ya sabéis que por este arco pasaba la Via Sacra.


Es lo que escribe nuestro autor el 30 de mayo de 1828 (páginas 270 y ss. de la edición utilizada)