Porta Maggiore. Puerta en la muralla aureliana.
Hoy nos hemos despertado con la curiosidad de estudiar más
exactamente la situación de las diversas murallas de Roma.
Hace falta un plano de la Roma antigua y buscar las murallas
construidas por Rómulo. Es aproximadamente como París, que se encuentra primero
en una pequeña parte de la isla Notre-Dame. Este cobijo de bandoleros valientes
que se llama Roma no ocupó al principio más que el
monte Palatino (hoy Villa
Farnesio) y luego el
monte Capitolino.
Numa, al que supongo por el momento el
sucesor inmediato de Rómulo, incluyó en la ciudad una parte del monte Quirinal.
Tulo Hostilio, que es considerado como el tercer rey de
Roma, después de destruir
Alba, trasladó a los ciudadanos a su ciudad, según
las costumbres de aquellos tiempos primitivos, y los instaló en el
monte Celio
(donde está hoy la
Villa Mattei). Desde lo alto del monte Celio, que fue
encerrado entre las murallas de Roma, los albenses veían las ruinas de su
patria.
Anco Marcio, sucesor de tulio, destruyó las ciudades de
Telena,
Ficana y
Politorio; trasladó a sus habitantes al
monte Aventino (donde
está hoy el
priorato de Malta) y encerró este monte en el recinto de Roma.
Construyó sobre el Tíber un puente de madera, que luego se hizo célebre por el
valor de
Horacio Cocles. Hubiera sido sumamente imprudente construir un puente
sin defenderlo con una fortaleza, y Anco Marcio construyó una ciudadela sobre
el
Gianicolo, posición muy importante, pues la ciudades de Etruria, dominadas
por los sacerdotes, gobernadas bajo ellos por reyes y con un grado de
civilización muy avanzado, comenzaban a tener celos de Roma; los reyes de
Etruria, o Locumones, contrariados por los sacerdotes, no atacaron Roma
bastante a tiempo para destruirla, pero le hicieron correr grandes peligros, y
finalmente, después de varios siglos de guerras continuas, durante las cuales
los romanos adoptaron en parte la religión de Etruria, este país acabó por ser
conquistado. Perdóneseme esta discreción que traza la posición militar de Roma
durante los primeros siglos de su existencia. El peligro venía casi siempre de
la orilla derecha del Tíber, del lado etrusco.
Servio Tulio rodeó toda la ciudad de murallas muy sólidas,
hechas con bloques cuadrados de piedra volcánica. Hizo una fortificación
llamada Agger, desde el extremo oriental del
Quirinal hasta el sitio que ocupa
hoy la iglesia de Santo Vito, junto al
Esquilino. Roma comprendía entonces
siete colinas al este del Tíber; de aquí el nombre de
Septicollis. Se ve que, al darle este nombre, no se fijaron en la
fortaleza construida dobre el Gianicolo (orilla derecha del Tíber). La muralla
de Servio Tulio era de unas ochos millas; incluyó dos montes en la ciudad: el
Viminal y el Esquilino, así como una parte del Quirinal.
Desde Servio Tulio hasta el emperador Aureliano, Roma, que
se fue haciendo poderosa, se defendió con sus ejércitos y no se vio obligada a
pensar en la fuerza de sus murallas. Pero Aureliano temió que los bárbaros, en
alguna de sus incursiones, se apoderasen por sorpresa de la capital del
imperio. Comenzó una muralla nueva que fue acabada por Probo, sucesor de
Tácito.
Dibujo del exterior de la tumba de Bíbulo.
Nuestro estudio de hoy ha tenido por objeto hacernos una
idea clara de la Roma que habitaron los
héroes. Hemos vuelto a ver la
tumba de Cayo Poncio Bíbulo, en la plaza Marcel
de Corvi, al principio de la cuesta de Marforio, en el extremo meridional del
Corso. Este venerable monumento fue erigido fuera de las murallas de Servio
Tulio para honrar la memoria de un ciudadano que había merecido bien de la
patria. Es de piedra calcárea y lleva cuatro pilastras que soportan una bella
estatua.
En el estudio de estas antigüedades remotas, lo esencial es
admitir como probable lo que es probable y no creer más que lo probado; no
hablo de pruebas matemáticas; cada ciencia tiene diferente grado de certeza.
Dicen que la muralla de Aureliano tenía casi cincuenta
millas de extensión; el contemporáneo
Vopiscus lo asegura.
Murallas Aurelianas.
Ya sabéis que las murallas actuales no tienen más que
dieciséis millas; la parte más antigua se remonta sólo al año
402, y fue
levantada por orden de
Honorio. Hay que hacerse una idea clara de las diez u
once colinas sobre las que se extiende Roma, y estudiar su historia. El monte
Capitolino con sus dos cimas; el monte Celio, llamado primero Querquetulario
por las encinas que lo cubrían, etc.
Gracias a inmensos trabajos, lo monumentos antiguos de Roma
han cambiado por completo de aspecto desde
1809, y la ciencia que se ocupa de
ellos se ha vuelto más razonable.
He abreviado mucho el artículo anterior, y, sin embargo,
temo que sea todavía muy aburrido. Ahorrará investigaciones pesadísimas a los
viajeros curiosos de esta clase de detalles. Espero que los otros saltarán de
cuando en cuando ocho o diez páginas. […]
Los etruscos […] fueron discípulos de los egipcios y
maestros de los romanos; pero los romanos, que ante todo pensaban en la guerra,
no tomaron al principio más que su religión, y durante mucho tiempo rechazaron
las artes. Los patricios querían la por causa del
juramento; era la ley del
reclutamiento
en Roma. Los etruscos sabían construir canales, según dicen sus amigos: tenían
una arquitectura muy adelantada. Ved
Volterra. ¿Deduciremos de la forma
piramidal de la tumba de
Porsenna (dudoso) que los etruscos admiraban las
pirámides de Egipto? La forma piramidal ¿no la sugieren los montones de piedras
formados en las esquinas de los campos de los países montañosos como Toscana?
Los etruscos habían inventado –al parecer- la
bóveda, ese milagro de la nueva arquitectura desconocido por los
egipcios.
Para inocular una religión a un pueblo basta con un hombre
triste y tierno como J.-J. Rousseau. Si este hombre lleva el amor al poder, o
el pique de amor propio contra sus enemigos, hasta hacer que le quemen vivo, su
religión progresa mucho más rápidamente. Así, dad el valor de una mujer de
Calcuta a San Pablo, y la nueva religión toma alas.
Probablemente había en Etruria una casta que hacía trabajar
a los tontos en provecho de ella. Esta casta tenía secretos mágicos […]
¿Es el aire del Vaticano a propósito para inspirar la credulidad? ¡Qué hermoso sitio para
reunir en él una asamblea de arqueólogos!
El alfabeto de los etruscos se derivaba, como todos los
demás, del de los fenicios, ese pueblo de industriales. Los etruscos no habían
recibido sus cartas de los griegos, puesto que escribían de derecha a izquierda
y suprimían las vocales breves, como los hebreos.
La extraña aspiración
que se observa en el modo de hablar italiano de Florencia, procede de los
etruscos.
Es lo que escribe
nuestro autor el mismo día de hoy (6 de noviembre) de 1827. Páginas 99 a 103 de la edición que
seguimos.