Mausoleo de Pío VII (Imagen procedente de Wikimedia)
Los cardenales llegan en tropel. El rey de Baviera ha ido a ver el mausoleo de Pío VII, en casa de M. Thorvaldsen. Este mausoleo está dispuesto justamente en el momento conveniente. León XII va a ser colocado encima de una puerta, cerca de la capilla del coro, en San Pedro, donde reemplazará al buen Pío VII. Los restos de este papa los depositarán en el subterráneo de San Pedro, hasta el momento en que sean colocados en los cimientos del mausoleo. Ya sabéis que es el cardenal Consalvi el que, en su testamento, ha dispuesto que su señor tuviera una tumba. Pasados los nueve días de los funerales solemnes, el Estado no hace nada aquí por un papa muerto. Se habla ya de León XII como si hubiera fallecido hace veinte años.
El cardenal Albani no quiere admitir en San Pedro la tumba de Pío VII que acaba de terminar Thorvaldsen. La razón es que Thorvaldsen es un hereje.
Al rey de Baviera le han gustado tanto las tres estatuas destinadas el monumento de Pío VII, que ha condecorado en el acto a M . Thorvaldsen con la cruz de comendador de su orden. Este nuevo honor no da resultado en Roma; dicen que el artista es un falso infeliz y un gran diplomático. Acaso en esto es la envidia la que habla; M. Thorvaldsen tiene ocho o diez condecoraciones. Como yo no admiro apenas sus obras, no he intentado que me presenten a él. […]
18 de febrero de 1829, páginas 496 y 497.
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