En 1586, casi un siglo antes de la construcción de la columnata, Sixto V hizo colocar el obelisco donde está actualmente. Este traslado, que costó doscientos mil francos, fue realizado por el arquitecto Fontana, por medio de un mecanismo admirable que, en nuestros días, nadie podría inventar, ni acaso imitar. A finales de la Edad Media fueron transportados incluso campanarios a una distancia de sesenta u ochenta pasos del lugar que ocupaban antes. El obelisco del Vaticano mide setenta y seis pies de alto y ocho en su parte más ancha. La cruz que lo remata está a ciento veintiséis pies del suelo. Este obelisco no tiene jeroglíficos; no es el más grande de Roma, pero algunas personas lo consideran el más curioso, porque, como nunca fue derribado, se conserva en toda su integridad."
Palabras de Stendhal, en la página 112 de nuestra edición.